Pablo y Alberto aventura en Boston

lunes, 8 de abril de 2013

Reflexiones de una canasta

Hoy estaba tirando en mi canasta tan tranquilamente, cuando me he puesto a pensar sobre la temporada de baloncesto que terminó hace un mes. Esto he me ha llevado a pensar sobre los años pasados, y poco a poco, mientras jugaba, he ido recorriendo mis años como jugador de baloncesto hasta llegar a mi primer partido contra San Miguel, hace ya 9 años. Con todas las cosas que he pensado, he llegado a una conclusión que siempre había reconocido, pero que no me había dado cuenta de la importancia que ha tenido en todos estos años;  el miedo al fracaso que he tenido desde que empezé a jugar. Poco a poco he ido "diseccionando" todos las temporadas, todos los partidos y los momentos que recuerdo, y me he dado cuenta de lo mucho que me ha influído éste miedo a defraudar a alguien. Seguramente todo empezó cuando empezé a entrenar con la Seleción de Madrid, en la que yo sabía que no era como el resto de jugadores. En los campeonatos a los que ibamos , siempre se conversaba sobre los partidos de cada uno, y mientras ellos contaban sus partidos de 40 puntos, yo nunca podía decir que hubiese hecho más de 15 puntos en un solo partido. De hecho, me preguntaba a mí mismo muy a menudo que hacía en ese equipo, ya que era el único que no metía 20 puntos por partido, el único sin barba a los 14 años (si, esto no lo exagero), el único tirillas del equipo... y la verdad es que solo encontraba una razón, me lo tomaba todo muy en serio. Siempre era el primero en correr a hablar con el entrenador, siempre hacía caso, era un poco pelota y daba el 100% en todos los entrenamientos. Luego llegaban los partidos, y los entrenadores no se explicaban por qué no tiraba a canasta, por qué no metía un tiro libre, o por qué hacia pasos constantemente. Había algo que me impedía llegar al nivel que daba en los entrenamientos, y sentía tanta responsabilidad al salir al campo que no quería ni jugar. Después de salir de la selección (bastante duré para lo que hacía en los partidos), volvía a jugar con el equipo del cole, pero ya no era lo mismo que en los años anteriores. Ya no era el tirillas alto que cogía algún rebote y que se sabía todos los jugadores de la NBA, ahora era el tio de la selección. Ahora tenía que cumplir con las exigencias de un jugador de este nivel, y al igual que  el jugador de la selección de Madrid de cada curso del Colegio Estudio, se esperaba de mí que fuese el crack del equipo y que rechazase ofertas de cualquier equipo pare seguir jugando con "la secta Estudio" como me gusta llamarlo. No es que rechazase ofertas, la verdad es que no tenía tantas, y aunque si decliné un par, no era ese tipo de jugador que los equipos querían, era un jugador simplón. Pasaron los años y me acostumbré a vivir con la presión, a salir a jugar fingiendo ganas, porque en el fondo estaba tan cagado, que esperaba no oir mi nombre en cada tiempo muerto. No intenteis entenderlo, ni yo mismo lo consigo entender, por qué me acojonaba tanto algo que me tenía tan enganchado, por qué seguía yendo a todos los entrenamientos si en el fondo no quería jugar, y sobre todo por qué me gustaba el baloncesto si lo temía tanto. De mí se esperaba que fuese una estrella, pero al contrario que muchos de los chavales con los que jugaba en la selección, no eran mis padres los que me metían esta presión, todo lo contrario, era tan sólo yo, lo que lo hace aún más incomprensible. Tenía que verme a mí mismo como todos los demás compañeros que ya estaban en distintos clubes, ya que no tenía nada más en el colegio que me hiciese especial, sin el baloncesto era tan solo un tio más con una altura por encima de la media al que le hacían muchas preguntas tontas sobre por qué era tan alto.
Así seguí mucho tiempo, de hecho he seguido hasta el día de hoy, jugando con miedo por creer tener mucha más responsabilidad de la que realmente tenía. Lo peor es que lo sabía perfectamente, y he intentado absolutamente todo, y tan solo lo superé a medias. Éste año no tenía ninguna razón para estar nervioso, de hecho tenía mil razones para jugar sin nada que perder, pero otra vez más, me estampé con ese muro.
Sólo en contadas ocasiones he tenido la oportunidad de jugar sin ningún peso en la espalda, y me he visto un jugador mil veces mejor que el que salía a jugar cada fin de semana con el uniforme oficial. Incluso sabiendo que nunca llegaría a ser un jugador profesional, algo que he tenido clarísimo desde que empecé, he podido librarme de esa presión que yo mismo me pongo. Por eso nunca quise irme a ningún equipo, porque sabía que nunca viviría de ésto, y es algo de lo que estoy tremendamente orgulloso. Ahí también me asalta la duda, fue porque lo tenía claro o porque tenía miedo a fracasar? Como no lo sé, seguiré creyendo que fue por mi propia decisión.
En estas horas de conocerme a mí mismo con un balón entre mis manos, me he dado cuenta de que el problema ha sido siempre más grande que el baloncesto. Un gran porcentaje de las decisiones que he tomado en mi corta vida han sido influenciadas enormemente por la opinión que los demás podrían tener de mi, aunque intentase buscar otra excusa para evitar la decisión que temía. También creo que es importante darse cuenta de esto antes de tomar una de las decisiones más importantes de mi vida, que seguramente tendré que tomar en menos de un año.
Quería compartir este pensamiento con vosotros, ya que de repente todo me ha encajado mientras jugaba, y me he dado cuenta de la magnitud de este problema, y creo que mucha gente se sentirá identificada. Es un gran alivio darse cuenta de esto, aunque también es frustrante ver que algo que siempre he estado intentando evitar, haya sido tan importante en mis decisiones.
Esto también me hace pensar sobre esos momentos en los que pensé que no tenía nada que perder, que han sido momentos geniales; en baloncesto, eran esos días en los que quería la bola en mis manos, porque sabía que si cojía la bola la iba a meter, lo que se puede aplicar también a la vida en general. Tras haber estudiado mucha filosofía este año, creo que ésto debe ser lo que se siente al llegar a ese momento de iluminación que religiones como el hinduismo o el budismo predican, un momento en el que sabes que no tienes nada que perder y en el que vives en el momento.
No creo que pueda cambiar todo esto de un día a otro, pero reconocer el problema es el primer paso para resolverlo.

5 comentarios:

  1. Me has dejado sin palabras...

    Se que es un comentario superficial despues de la reflexión que has hecho pero es asi como me he sentido, sin palabras al ver la capacidad que tiene mi primo de pensar y plasmarlo en palabras

    Luis

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  2. Se agradece mucho Luis! y para nada superficial, todas las opiniones son bienvenidas jaja

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  3. ¿Sólo el tío ese alto que juega al basket? Ni mucho menos. Tú sabes que los martes y jueves del año pasado había una serie de matados que jugábamos contigo y la presión no existía, como mucho estaba en nosotros por lo malos que éramos. A ver cuándo vuelves de una vez, ya te daré yo presión tanto en basket como en otros ámbitos... muajaja ya verás ya.

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  4. Me referia mas a hace unos 3-4 años, entonces si que era el alto que jugaba a basket jaja pero no te creas que me olvido de esos partidos, de hecho son el primer ejemplo que me viene a la cabeza cuando pienso sobre jugar sin presión, solo por divertirse. Se echan de menos tio

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  5. Reconocer el problema es importante.
    Identificar todas tus "fortalezas", lo es más.
    ¡Y tú tienes muchísimas, campeón!
    Pamen

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